Habiendo crecido en la cultura de Hollywood, no es fácil entrar en el mundo del cine japonés; estamos acostumbrados a la fórmula americana, por la que siempre hay una introducción, un nudo en el que se desata X evento catastrófico que cambia la vida de los protagonistas, y un desenlace en el que todo vuelve a su curso. Bien es cierto que hay películas que, siendo un producto estadounidense, están entre nuestras favoritas y son irrefutablemente obras de arte. Sin embargo, la magia japonesa aborda nuestros sentidos desde otra perspectiva; es difícil de explicar. Esta forma de séptimo arte no se nos presenta con la misma fórmula de Hollywood, sino que acostumbra a contar historias sin más, partes de la vida de sus protagonistas, sin que ello implique darles un giro drástico e inesperado.
Susurros del Corazón es otro de los éxitos del genio de
Ghibli, quien esta vez nos presenta la historia de Shizuku, una ávida lectora con una imaginación desbordante; Shizuku se ve envuelta en una serie de acontecimientos que la llevarán hasta Seiji, un chico que sueña con ser luthier; descubrirá una serie de enseñanzas sobre la vida que cambiarán su actitud ante ella. La historia se desarrolla siguiendo el modelo tradicional de su productora, y como ya he dicho, no es fácil ver este nuevo tipo de cine. Una servidora todavía no se ha acostumbrado del todo a que no haya un detonante en la historia, a la falta de ese beso que premia en todas las películas estadounidenses; este tipo de filmes necesitan verse dos veces.
Una primera experiencia con Susurros del Corazón nos acerca a la ternura y el increíble potencial de Shizuko, a la vez que nos entremezcla con los sentimientos típicos de la adolescencia, siendo nuestra protagonista no más que una niña que, como muchos de nosotros, no sabe qué hacer con su vida y está descubriendo el amor. La segunda vez que vemos a Shizuko, comprendemos un poco mejor el significado de la película, y vemos cómo Ghibli nos deja unos mensajes muy claros, que normalmente Hollywood intenta camuflar subliminalmente entre la comercialidad de su obra. Este artesano -si Seiji me permite el uso de la palabra- cineasta no nos aportará enseñanzas occidentales; no hallaremos los secretos a problemas mundanos, sino que aprenderemos cosas mucho más importantes acerca de la actitud hacia la vida, y quizá descubramos que nuestro mundo no es tan diferente del lejano Oriente.
En resumen, Susurros del Corazón se lleva de esta cinéfila la misma crítica que merecen todas sus compañeras de estudio: un sobresaliente. Animo a todos los verdaderos amantes del cine a introducirse en la cultura japonesa del séptimo arte y a seguir mi consejo de ver sus producciones dos veces, puesto que es un estilo que tardará en llegar hasta nosotros como hay que verlo, con los ojos de un niño y los conocimientos de un adulto.
<<Tienes que buscar la joya que hay en tu interior, dedicarle tiempo y pulirla>>.
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