Corrían los ochenta tardíos en Alemania y surgía un nuevo
género sin ninguna obra resaltable, el ‘Ultragore Alemán’ a excepción de esta del director que más
obsesión ha tenido con la muerte, Jörg Buttgereit, en esta ocasión, la cámara
actúa como narrador, nunca como juez de
la decisión más radical de un ser vivo, terminar con esa condición y pasar a
otro mundo en busca de la felicidad y el placer no encontrado en este mundo.
Concretamente un suicidio por cada día de la semana como un cuento terrible que
vuelve a empezar transcurrido su fin, como en un continuo bucle. Es una de las
películas que más veces he tenido ocasión de ver y tiene el papel de una de las
obras que más me han sorprendido de cuantas he visto.
El ultragore alemán es un movimiento cinematográfico con
unas características fijas, mostrar la máxima casquería y recitales de sangre
en pantalla, impregnados de un humor involuntario debido a su ínfima calidad,
películas malas sin mayor pretensión que llegar a los videoclubs prohibidos de
serie B, quizá sea lo más curioso de la película, una película que
paradójicamente alumbra uno de los más desgarradores relatos jamás contados y
un final precioso.
Sin dar tregua al espectador, mediante los recursos más
truculentos y desagradables posibles se traza una parábola entre lo vomitivo y
lo bello para crear un experimento con un lirismo atronador inscrito en la
película a través de una música sencilla –como todo el metraje- pero con una
fuerza mayúscula. Como todo este tipo de cine marginal hace uso excesivo de las
secuencias gore, que aparte de ser totalmente innecesarias no aportan nada al
resultado final de la película, incluso lo estropean, haciendo que el
espectador sensible abandone el visionado de esta al cuarto de hora. Como
contradicción a esto se encuentra la secuencia que corresponde al jueves, que
sin mostrar absolutamente nada es más escalofriante que todas las demás.
Para acabar la reseña de esta película querría enfatizar en
el hecho de que no hay un protagonista fijo, debido a la cantidad de personas
que pasan por la pantalla y a la corta duración de la película no nos da tiempo
a identificarnos con ningún personaje, sus pasos por la película han sido los
mismos que por sus efímeras vidas, invisible. El último punto ha destacar es
como siempre en este director tan peculiar la sucia atmósfera que dota a la
película, al igual que los personajes, la misma gente marginal a la que giramos
la vista por la calle, que es lo que al fin y al cabo se hace con este tipo de
cine, enterrarlo bajo la alfombra para que no huela. A destacar la música de
los créditos, totalmente preciosa.
No tiene carisma, no tiene un ritmo muy acelerado, no tiene
unos efectos especiales gigantescos, no tiene presupuesto, no tiene unas
actuaciones de diez ni tiene una dirección sobresaliente, sin embargo, se eleva
por encima de las típicas películas para ofrecer una propuesta diferente.
''Este es el rey de la muerte. Hace que la gente no quiera vivir más''
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